Por tanto, tenemos esa creencia
que vivimos en la idea de que yo soy el centro del universo, la persona más
real e importante que existe. Todo lo que llamamos el mundo, en el sentido más
amplio del término- se encuentra fuera, lo que vivimos nosotros viene revestido
de una impresión de certeza inmediata e irrevocable. Empero, esa misma idea del
yo es ya una construcción mental, porque lo que llamamos yo no es sino un
pensamiento más, creado por la mente y sostenido por la memoria.
Qué es entonces lo real. Lo real
es lo que es. La vida sin más añadidos, que se despliega constantemente dando
lugar a infinitas formas. Del mismo modo que la materia es, en último término
energía, y esta a su vez es solo información (conciencia), todas las formas
que perciben nuestros órganos y que nuestra mente conceptualiza, no son sino vida. Ahora bien, la sabiduría consiste en reconocerse en
el plano profundo y, desde ahí, vivir el despliegue del mundo aparente, en un
sí constante a la vida, en un vivir el presente pensando en el futuro, no solo
vivir el presente, como hacen los animales, sino que vivimos el presente y nos
diferenciamos de los animales, porque nos proyectamos al futuro, recordando el
pasado, claro está.
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