A la Iglesia católica, desde sus inicios hasta los
primeros mil años, solamente se la conocía como cristiana. Pero, desde Miguel I
Cerulario (Obispo de Constantinopla, siglo XI) se ha dividido en dos: romana y
ortodoxa. Y todo por situaciones rituales. Durante el siglo XVI, la Iglesia
romana (todavía cristiana) sufre otro golpe bajo, tan bajo que el título de
cristiana deja de ser su legado, y pasa a llamarse únicamente católica. Fue el
sacerdote agustino Martín Lutero quien protestó contra algunas prácticas nada
santas que realizaban las autoridades de ese entonces; y por el apoyo y la
presión política de algunos reinos, Lutero propaga la idea de iglesia cristiana
por todo el norte de Europa. A la vez surge otro pleito lujurioso con el rey
inglés Enrique VIII (iglesia cristiana anglicana). De estos tres
acontecimientos podemos decir que, la comunidad que Jesucristo predicó (el
Reino de Dios), llamada solamente cristianismo (por tener a Cristo como centro
y fin de la vida), ha pasado por conflictos internos muy graves, es decir, no
fue alguien externo (judío, musulmán, hinduista, budista, ateo) quien ocasionó
los diversos cismas y herejías.
Entonces, ¿qué hace o para qué está la Iglesia
cristiana en nuestro mundo? Algunos responde que para “predicar el reino de
Dios”, otros, “para difundir el Evangelio”, “para convertir a pecadores”, “para
traer la paz”, “para vivir mejor”, “para, para, para…” De seguro, alguna
respuesta es cierta, pero insisto en la pregunta con la mirada puesta en su
fundador: ¿Cristo, qué haces y para qué viniste a nuestro mundo? Porque tus
seguidores se han dividido, y lo siguen haciendo so pretexto de cuidar lo que
dejaste o, mejor dicho de predicar, bautizar en tu nombre, en el de tu Padre y
del Espíritu vuestro. Pero, Cristo… ¿esta Iglesia querías? Viene aquí la
pregunta capital: ¿qué hace o para qué está la Iglesia cristiana en nuestro
mundo? Para evangelizar, entonces ¿pone realmente la Iglesia los medios, que el
Evangelio indica, para alcanzar la finalidad que nos presenta el Evangelio? Respuesta
complicada sabiendo la historia de los cismas, herejías y pecados cometidos por
los mismos cristianos/católicos. Porque es evidente que en la Iglesia hay
muchas personas a las que no sólo entusiasma el Evangelio, sino que además se
esfuerzan, cuanto pueden, para vivir de acuerdo al testimonio de Jesucristo. Y
eh aquí la clave cristiana: estamos aquí
no para predicar sino para vivir a plenitud como Cristo lo hizo, siendo
testimonios vivientes del Evangelio, como un Francisco de Asís, Domingo de
Guzmán, Francisco Javier, Martín de Porres, Rosa de Lima, Toribio de Mogrovejo
y demás santos reconocidos no por predicar sino por vivir a plenitud su fe,
siendo ejemplos de vida espiritual y virtudes cristianas.
Pero, ocurre hoy en día que resulta complicado saber
quiénes son las personas o grupos humanos que viven así. Porque, entre otras
razones, el mismo Evangelio manda que, cuando reces, des limosna (ayudes a
quien lo necesita) o te prives de lo que te gusta (tema del ayuno), hagas todo
eso de manera que nadie se entere (Mt 6, 1). Vivir de acuerdo con el Evangelio
es vivir de manera que lo que la gente vea, sea tu honestidad, tu honradez y el
amor que le pones a tu vida en la vida que llevas. En pocas palabras, ser cristiano
hoy en día es profundizar la vida espiritual y superar la vida material.
Por lo tanto, el problema que tiene la Iglesia está
en que busca y quiere cumplir el fin que le marca el Evangelio, pero no pone
los medios que indica el mismo Evangelio para alcanzar ese fin (testimonio de
pobreza, oración y servicio). Entonces, resulta inevitable decir que la Iglesia
cristiana/católica vive en una patente contradicción. No es una contradicción
que tiene su centro en la ética o en la espiritualidad. Es una contradicción
institucional. Porque esta Iglesia nuestra se ha organizado de manera que, para
ser importante e influyente en ella, no hay más remedio que subir, ser
socialmente importante, tener poder, gozar de privilegios, manejar dinero.
El papa Francisco llama tanto la atención y se ha
hecho tan popular porque, en su manera de vivir y tratar a la gente, enamora y da
testimonio (predica) el ser cristianos. Este simple hecho, ¿no justifica de
sobra que el fin (vivir el Evangelio) no justifica los medios, que nos llevan a
escalar en la sociedad y apetecer privilegios, que no pueden ser los medios que
nos lleven a tener fe en Jesús y a vivir su Evangelio? Porque ya lo dijo Cristo
frente a la pregunta: ¿maestro dónde vives? Responde ¡Ven y lo verás! Ver, eso es
predicar, que vean en nosotros, cristianos/católicos que realmente vivimos,
hacemos, pensamos y somos lo que Cristo vivió, pensó, hizo…