Surge cuando se producen derrotas o pérdidas de todo tipo, económico, médico, afectivo, laboral, etc. El miedo nos quita la lucidez, secuestra nuestra paz, causa sufrimiento y lleva a culpabilizar a otros de nuestro malestar. El miedo es lo opuesto a la confianza, donde hay miedo no hay confianza, y donde hay confianza no hay miedo. El miedo se activa en situaciones de amenaza, tiende a agravarse cuando se hace presente cualquier tipo de pérdida, cuando aparece la incertidumbre y cuando tenemos la sensación de no controlar algo. Pero, en realidad, la raíz del miedo es más profunda. Nace de nuestra idea de que somos un yo separado y, en último término, de la ignorancia acerca de nuestra verdadera identidad. Al entregarnos a la vida, en la aceptación profunda, experimentamos que la confianza no defrauda: hay un fondo que nos sostiene en todo momento; ese fondo es lo que somos: fe, creencia, confianza, vida. Donde hay miedo, no hay amor; donde hay amor, el miedo se disipa.
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