Ciertos filósofos se han interesado por las emociones desde la relación con la razón. Algunos dan a las emociones la función gestora sobre la razón. Uno de ellos es David Hume; nos indica que las emociones son quienes gobiernan nuestra vida, y es la razón quien las ordena y encamina. No al revés. A esta idea, hoy se llama emotivismo. Significa que todo en la vida se decide desde las emociones. Tanto es el énfasis que los grandes monopolios económicos empresariales lo saben. Por eso, con toda la producción utilizan al marketing para vender y, desde las emociones, la sociedad debe comprar de manera compulsiva. Se titula como psicología del consumidor, no porque beneficie al cliente, sino al vendedor, debería llamarse psicología del vendedor. Por eso, las emociones son presa fácil del negocio, y en personas con pensamiento crítico deficiente, terminan siendo presa fácil de los productores. Esta realidad palpable en la era del consumo está afectando a la educación, porque los cursos que son más reflexivos y críticos (humanidades) se van eliminando de la malla curricular, en su lugar se colocan emprendimientos, productos y competencias.
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