miércoles, 10 de julio de 2024

SOMOS SERES PASIONALES Y RACIONALES, A LA VEZ

DOS MOTORES OCASIONAN NUESTRA CONDUCTA HUMANA

La conducta moral depende exclusivamente de su libertad y conciencia, dos espacios propiamente racionales y humanos. Nuestra conducta moral se da exclusivamente desde las ideas racionalmente correctas. Ellas no dependen de agentes externo como “estar motivadas por el deseo de obedecer autoridad alguna, sea humana o divina”, sino que se llevan a cabo en virtud de la capacidad racional (segundo motor) por el solo hecho que somos seres puramente pensantes que hacemos ciencia desde la evidencia. Sin embargo, no toda acción moral depende de la razón, debería ser, pero en la práctica no es así, porque, como dijeron en su momento Hume y Locke, somos seres pasionales (primer motor) y conscientes, también. Esto significa que en la composición humana están dos grandes responsables del actuar: las pasiones, que son más carnales y materiales, y las razones o ideas, que son las espirituales. Pasiones hacen referencia a emociones, a esos movimientos que nos llevan al placer o al dolor y que son concomitantes con las circunstancias que vivimos y pensamos. Ejemplo: estoy en el bosque y en el camino se me cruza un animal que a mi parecer es peligroso, y por ese miedo, inmediatamente me pongo alerta que, si no pienso y calculo mis movimientos, puedo terminar mal. Resulta que al pensar un poco mejor la situación, había sido una tortuga, animal inofensivo. Vemos claramente en este ejemplo que, si nos dejamos llevar por las emociones o pasiones, sin mediar la razón, más de una vez, terminamos mal. Al calmarnos, y pensar la situación, entonces, dominamos la escena de manera consciente. Entonces, estos dos motores ocasionan que actuemos de manera humana. Los animales solo actúan con un solo motor (instintos).

viernes, 16 de febrero de 2024

PENSAR Y AMAR O AMAR Y PENSAR

Generación a generación, la forma de amar cambia; consecuencia de cómo vivimos y funciona la sociedad. Vivimos en una época donde buscamos la máxima libertad y felicidad, pero, al mismo tiempo, nos mostramos escépticos frente a compromisos y sacrificios. ¿Pensamos para amar? ¿Primero se ama, luego se piensa? O ¿las dos acciones van de la mano? O ¿mejor solo amar y no pensar?

Toda persona enamorada no busca solo disfrutar. El amor es entrega total. No podemos controlar, ni saber lo que es el amor. Por tal motivo, al pensar amar procuramos cuidar dicha entrega para no salir herido, si se da el caso. Pero, si en el amor vivido brota la libertad y la confianza, en ese caso, se ama y luego se piensa. Bien lo dijo Cortázar (Rayuela): “Como si se pudiera elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos”. Quiere decir, si primero pensamos, idealizamos al amor; luego, si primero amamos, entonces sufrimos.

De este modo, el amor implica exponerse y asumir un riesgo incontrolable, pensable, y siempre sujeto a la posibilidad del fracaso. Y, al mismo tiempo, sugiere la promesa de un lugar mejor. Pensar nos invita a revisar nuestras relaciones y a abrazar la complejidad y la riqueza que surge en el amor. Considerar al amor como un encuentro libre y confiado nos abre las puertas para hacer de la razón y del amor, una unidad que procura la realización mutua.